Primero como tragedia, luego como meme

La máquina bien aceitada

En muchos sitios se escuchan voces diciendo que el capitalismo está dañado, que hay que repararlo. Que la grosera disparidad económica, la aceleración del cambio climático, la destrucción ambiental, etc. son evidencia de un sistema que se ha descarrilado. Pero yo pienso que no. Que en realidad son éstas situaciones el resultado lógico del sistema.

Veamos algunas situaciones ejemplares:

Durante el 2018, la deforestación de la selva amazónica aumentó en 13.7%, 1,200 millones de árboles fueron talados. Este ritmo se ha acelerado en 40%. En los últimos 12 meses, se han perdido 5,879 kilómetros cuadrados de selva. Desde la elección de Bolsonaro en octubre de 2018, los ataques a poblaciones indígenas protegidas han escalado en un 150%; los atacantes son en su mayoría rancheros ganaderos. En medio de todo esto, JBS, la compañía de producción de carne más grande del mundo y que es una de las principales causantes de la deforestación en el Amazonas, tuvo uno de sus mejores años en 2018, cerrando con un ingreso de 46 mil millones de dólares.

2012-2013 fue el año más letal en la industria de la moda barata: el edificio Rana Plaza en Daca, Bangladesh, se derrumbó y murieron 1,129 trabajadores; también en Daca, la fábrica Tazreen Fashion se incendió y murieron 117 personas; en Pakistán, en dos fábricas de Karachi y Lahore, se desataron incendios que mataron a 289 personas. Los empleados (casi todos mujeres) ganaban el salario mínimo (más o menos 110 dólares al mes, trabajando un promedio de 14 horas diarias). En todos los casos, los edificios tenían fallas que ya habían sido señaladas por trabajadores preocupados. Ese mismo año la industria de la “fast fashion” (Zara, H&M, Bershka, Stradivarius, etc, etc, etc) rompió récord en ganancias.

El titán Jeff Bezos vale en este momento 113 mil millones de dólares. Y aunque Amazon aumentó hace poco el salario mínimo que pagaban a 15 dólares, al mismo tiempo eliminaron bonos mensuales. Las condiciones de trabajo de sus trabajadores en almacenes son infames. Deben caminar hasta veinte kilómetros diarios para alcanzar sus cuotas, se ven forzados a orinar en botellas para no arriesgarse a sanciones por baja productividad y en algunos almacenes las temperaturas llegan a 45 grados centígrados. Empleados con problemas de salud o lesiones causadas por el trabajo ven sus contratos rescindidos. Y eso es en Estados Unidos. Imaginemos en el resto del mundo. En México, por ejemplo, Amazon proyecta pagar 10 dólares al día a sus empleados de almacenes.

En la cumbre de Davos a principios de este año, se rompió el record de jets privados utilizados para llegar al encuentro: 1,500 jets para ser exactos. No ha de sorprender a nadie que las conclusiones de dicha reunión fueran que el camino para resolver la crisis climática es a través del libre mercado y la acción voluntaria. En un tenor similar, en la primera semana de agosto se llevó a cabo el “Google Camp” en Palermo, Sicilia en donde algunas de las luminarias de los mundos del espectáculo, política y tecnología se dieron cita para discutir sobre el cambio climático. Atendieron, entre otros, Leonardo DiCaprio, el príncipe Harry, Orlando Bloom y Katy Perry, Barack Obama y Bradley Cooper. Chris Martin amenizó. En total se usaron 140 jets privados para llegar, al menos una docena de yates y unos cuantos helicópteros. El saldo: 800 toneladas de huella de carbono. Entretanto, Islandia perdió su primer glaciar y el Amazonas arde.

En 2018, la fortuna de los 2,200 billonarios del mundo aumentó en un 12%, mientras que la mitad de la población más pobre del mundo vio sus ahorros caer en un 11%. Entre 2017 y 2018 un nuevo billonario se creó cada dos días. A diez años de la recesión del 2008, el número de billonarios se ha duplicado.Tan sólo el 1% de la riqueza de Jeff Bezos equivale a todo el presupuesto de salud pública de Etiopía.

El punto es: cuando un sistema está plagado de ejemplos así, de disparidades así, de horrores así, quiere decir que no estamos ante fallas, sino ante resultados. Ergo: la máquina no debe repararse, debe desecharse y rediseñarse por completo.

La pirámide invertida

Pero nada de esto es nuevo y tampoco está oculto. No es una conjura secreta. Sucede a plena vista y con el beneplácito de nuestras autoridades y el nuestro también. ¿Por qué no hacemos algo al respecto? Hay muchas razones. Algunas de las primeras que vienen a la mente son: 1) Se pertenece a la clase privilegiada por este sistema y por ende cambiarlo va en contra de los intereses personales, 2) Se tiene la esperanza (contra toda evidencia estadística) de algún día pertenecer a esa clase privilegiada, 3) Se piensa que éste es el mejor sistema posible, que hay libertades y oportunidades para todos, que esto es más o menos una meritocracia y que sólo hay que hacer ligeras reformas (en este caso se debe ignorar el inmenso poder económico, muchas veces por encima de aquel del Estado, que se utiliza para prevenir esas mismas reformas) y 4) – y es ésta la que aquí me interesa – se sabe o al menos se sospecha en el fondo, que la injusticia y la violencia son inherentes a este sistema, pero al mismo tiempo tenemos miedo: estamos cómodos, tenemos una cierta seguridad, una calma, por nimia o frágil que sea. Nos gusta más o menos lo que tenemos y no queremos perderlo. Es ésta la manera en que la máquina nunca se detiene, en que nunca se quiebra, en que prolépticamente cierra toda posibilidad de cambio.

Nos explotan con una facilidad apabullante que invade todos los resquicios del día. Ya cualquier sitio es oficina gracias a los correos electrónicos, los mensajes de WhatsApp, de Slack y de Monday.com. Pero todo está bien porque el agotamiento que este aparato omnisciente nos causa ya tiene nombre en inglés: “Burn-out” y hay maneras de tratarlo: hay apps para meditar, apps para dormir, apps para calmarte; para casos extremos hay Fluoxetina, Paroxetina, Escitalopram, Diazepam. Y para lidiar con la alienación del día a día hay videos de animalitos bebé; pensamientos profundos escritos en hojas de papel sostenidas en la mano contra un fondo genérico; fotos pre-cio-sas en Instagram de lugares, comida y ropa que deseamos; gifs que expresan nuestro cansancio y mejor que cualquier frase articulada con nuestras propias palabras; y hay memes que se burlan de la situación infrahumana en que vivimos y nos hacen sentir que no estamos solos y que todos estamos en las mismas. Y para no sentir la precariedad que nos tiene y tendrá viviendo de prestado, endeudados y en micro apartamentos rentados el resto de nuestras vidas, hay objetos de consumo a precios irrisorios, por ejemplo: ropa baratísima que nos permite estrenar cada dos meses y no sentirnos tan mal (mejor no preguntarse por el costo humano de dichos productos, como ya vimos). Y hay series para distraerse hasta quedarse dormido con el brillo de la computadora o el celular velando nuestros primeros minutos de sueño. Y luego la mañana, el ciclo de nuevo. Hay razones para seguir vivos: una película nueva de Marvel cada dos meses, un Live Action cada tres y un nuevo episodio de Star Wars cada año. Todo va bien, a gusto, a todo dar. La pirámide de Maslow se ha puesto de cabeza y ni cuenta nos hemos dado. Privados en muchos casos de la satisfacción de nuestras necesidades de seguridad, afiliación y en muchos casos también de las fisiológicas, nos contentamos con la “autorrealización” y el “reconocimiento”, ambos tristemente en sus formas más superficiales: likes, me encantas, felicitaciones, comentarios muy lindos sobre nuestro aspecto en una foto.

Y esto se relaciona con una de las mayores fortalezas del sistema: su capacidad omnívora que le permite devorar a los discursos disidentes y metabolizarlos. ¿Te preocupa el ambiente y la depredación de recursos naturales? No dirijas tu ira al sistema que es mayoritariamente responsable de ello (71% de las emisiones de gases de efecto invernadero vienen de sólo 10 empresas a nivel mundial), ¡dirígela mejor a comprar! De ahí los productos “verdes”, “eco-friendly”, “orgánicos”, “fair trade”, etc, que, por supuesto, cuestan más. Con esto no quiero decir que dichos productos sean malos, ni mucho menos necesariamente que las personas detrás de ellos son malévolos villanos. Es muy posible que la mayoría sean personas genuinamente interesadas en mejorar el mundo. El problema es que todo es siempre dentro de la lógica del capital que, investigada a fondo, desemboca sólo en otra forma más de autorrealización y reconocimiento a través del poder adquisitivo: de estatus. Compro comida orgánica y productos que no le hacen daño a la selva: soy verde. ¿Pero y qué pasa con las más de tres mil millones de personas que viven en condiciones de pobreza en el mundo? ¿Podemos pedirles a ellos que gasten en ocasiones hasta el doble para ser ecológicos?

Otro ejemplo de cómo la rebeldía es convertida en mercancía es la profusión de programas de televisión de vena abiertamente anti-sistema. Es decir: la revolución sí será televisada. De hecho ya lo está siendo. La revolución está siendo producida en Netflix y Amazon Prime y HBO y Hulu, y nosotros la estamos consumiendo en atracones de siete horas, una temporada entera en una tarde y una noche. Vemos Black Mirror, pero es distribuida por Netflix, que ha recibido incontables críticas por su lucha (hasta el momento exitosa) por monopolizar el mercado. Vemos Last Week Tonight o Years and Years, pero están producidas por HBO, hija de AT&T, una compañía con una larga lista de críticas por violaciones a la privacidad y por censura. Vemos The Handmaid’s Tale, pero uno de los encargados de supervisar su producción es Mark Burnett, el creador de The Apprentice, el reality show que rescató a Donald Trump del olvido y lo catapultó a la fama. Vemos The Boys, que es con toda seguridad la serie más anti corporaciones del año, pero está producida por Amazon Prime. Y de nuevo, con todo esto no quiero demeritar dichas series. Todas las que he mencionado aquí son excelentes y sus mensajes importantes. Pero a finales de los 40 y durante toda la década de los 50, muchos escritores, directores y actores y actrices fueron vetados de Hollywood por trabajar en material que era considerado aunque fuera vagamente comunista. Se le consideraba una amenaza al status quo. El hecho de que ahora las enormes corporaciones estén dispuestas a producir material que tiene un discurso manifiestamente anti corporativo dice algo: el contenido es inocuo porque no fermenta revoluciones. Es catártico no inspirador.

Cuando el futuro nos alcanzó, no nos dimos cuenta

El internet ha abierto para nosotros una infinidad de ventanas por las que la realidad puede infiltrarse en nuestro espacio mental y herirlo con sus tragedias. Pero afortunadamente esta Quimera viene con su Belerofonte porque el internet, aunque ha hecho imposible no enterarse de al menos cinco horrores diariamente, también ha facilitado como nunca el suministro de anestesia. ¿No soportas ver la selva amazónica incendiándose? ¿Te aterra y enfurece el regreso de la ultra derecha? ¿Te lleva al borde de las lágrimas escuchar testimonios de familiares de víctimas de feminicidio? ¿Se abre un vacío en la boca de tu estómago al ver un documental sobre Siria o una cápsula informativa sobre Yemen o un video reportaje sobre Somalia? No te preocupes, puedes ignorar todo esto. ¡Es facilísimo! Sólo cambia de pestaña y ve un video de perritos tropezándose. O regresa mañana y tendremos memes chis-to-sí-simos sobre estas mismas tragedias. O ve tu programa favorito y relájate. Hay dos opciones: cultiva la ingenuidad o el cinismo. ¿Y la empatía? ¿Y la responsabilidad? Ésas hace mucho que no se paran por aquí.

Y es que el medio es el mensaje, amigas y amigos. El contenido de las noticias en la era digital no son las noticias individuales: no es el ataque terrorista, ni la deforestación, ni las mujeres asesinadas, ni los niños secuestrados, ni los indígenas masacrados, ni los polos derritiéndose. El contenido es la reconfiguración total de la forma en que se produce, reproduce, consume y finalmente se desecha la información en un ciclo de vida cortísimo. El contenido de las redes sociales no son las conexiones, las amistades, los acuerdos, los eventos. El contenido es la reconstitución fundamental del tejido social, el aplanamiento de los lazos de forma que ahora nuestra relación con nuestra familia, nuestros amigos y nuestros colegas más cercanos se parece demasiado a nuestra relación con Juan Pérez amigo anónimo número 653. Nuestra vida social y nuestro sentido de comunidad se reduce a tener siete chats grupales: uno familiar, uno de trabajo, cuatro de distintos círculos de amistades y uno de conocidos de la escuela. La mayoría de nuestras interacciones con nuestros seres amados consisten sobre todo de memes y gifs. De opiniones que no son nuestras. El contenido de las redes sociales no es lo que sea que digan los mensajes, videos e imágenes compartidas, sino el cómo todo eso, arrojado en esta licuadora enorme, se convierte en cacofonía con el mismo valor significativo. El contenido de las redes sociales es la forma en que el mundo ahora se ajusta a nosotros, que ahora vivimos en mónadas fenomenológicas (las famosas cajas de resonancia). El contenido es la polarización de cualquier asunto, por absurdo o esencial que sea.

El mundo arde y nosotros nos reunimos alrededor del fuego a decir: qué mal, qué terrible, qué coraje, hay que hacer algo, hay que apagarlo, firma aquí para apagar el fuego; y mientras tanto asamos bombones que nos reparten los arsonistas mismos, que cada determinado tiempo arrojan leña y nosotros les decimos: gracias, gracias. Cuando el futuro nos alcanzó, no nos dimos cuenta. No nos dimos cuenta porque estuvimos leyendo 1984 cuando debíamos haberle prestado más atención a Un mundo feliz. No nos dimos cuenta porque escuchamos We Are The World, We Are The Children cuando debimos escuchar Everybody Knows de Leonard Cohen. Y ahora hasta la rana que hierve en el cazo se ríe de nuestra ceguera. Lo cierto es que, como dice uno de los aforismos de Kafka: sí hay esperanza, infinita esperanza, sólo que no para nosotros. Pero es justo cuando ya no hay esperanza que intentar luchar es más heroico. Es cuando la derrota es inevitable que tratar de evitarla es un acto de inmenso valor y de auténtica rebeldía. Hay gente en todo el mundo luchando ¿y nosotros cuándo?

Fuentes:

http://www.bad-ag.info/bad-beef-uk-supermarkets-feed-illegal-deforestation-fears-as-corned-beef-imports-from-corruption-hit-brazilian-firm-persist/

La empresa ganadera brasilera JBS que está destruyendo la Amazonía

https://www.reuters.com/article/us-brazil-indigenous/emboldened-by-bolsonaro-armed-invaders-encroach-on-brazils-tribal-lands-idUSKCN1QK0BG

https://elpais.com/sociedad/2019/08/16/actualidad/1565909766_177145.html

https://elpais.com/internacional/2019/07/28/actualidad/1564267856_295777.html?rel=str_articulo#1566478066658

https://www.theguardian.com/global-development/2019/jan/22/record-private-jet-flights-davos-leaders-climate-talk

https://www.theguardian.com/news/2019/jan/22/the-new-elites-phoney-crusade-to-save-the-world-without-changing-anything

http://www.lr21.com.uy/ecologia/1407275-criticas-al-google-camp-sobre-crisis-climatica-ricos-y-famosos-llegan-en-jets-privados-y-mega-yates

https://www.theguardian.com/business/2019/jan/21/world-26-richest-people-own-as-much-as-poorest-50-per-cent-oxfam-report?CMP=share_btn_tw

https://www.theguardian.com/sustainable-business/2017/jul/10/100-fossil-fuel-companies-investors-responsible-71-global-emissions-cdp-study-climate-change

https://www.dosomething.org/us/facts/11-facts-about-global-poverty

https://www.huffpost.com/entry/the-dark-side-of-netflix-and-chill-what-netflixs_b_5915f920e4b0bd90f8e6a4c8?guccounter=1&guce_referrer=aHR0cHM6Ly93d3cuZ29vZ2xlLmNvbS8&guce_referrer_sig=AQAAADFYBQohDL9PlqOaTTOX2r8JquZEdu2Ck5BUR9r41DxnJUqxIi-qHWOVSEbJmZtb9Ma9_ozVLo2-2gLcLkVfBsMGkam0F-6T_nTQGHlNtRsd2w1j50V1veTJD_j9Ne6zOUh5tB91G4BF1DJn155bkvMIo2u83Ce8khn3KIYU6gZi

https://www.newyorker.com/magazine/2019/01/07/how-mark-burnett-resurrected-donald-trump-as-an-icon-of-american-success