Refugees, Pawel Kuczynski
Sabemos bien que la crisis migratoria y de refugiados en el mundo entero sólo empeorará con el cambio climático. Año tras año vamos viendo como aumenta la intensidad y frecuencia de “desastres naturales”: inundaciones, sequías, tormentas de nieve, heladas sin precedentes, ondas de calor con temperaturas nunca antes registradas, etc. Por supuesto los países más afectados serán los que tengan menos recursos para enfrentar estos cambios. Las luchas civiles, étnicas y religiosas, además de los conflictos geopolíticos de ayer y hoy se mezclarán con la precariedad derivada de la crisis ambiental y habrá cada vez más desplazados que correrán, como es natural, al norte. Ya lo estamos viendo y lo veremos más y más. El obstáculo principal para buscar soluciones de raíz, según veo, es que todos, desde los principales organismos internacionales y la “comunidad internacional”, los dueños de las grandes fortunas, hasta la mayoría de los ciudadanos de a pie, nos negamos a implementar medidas drásticas para problemas drásticos. Muchos queremos que las personas del mundo dejen de sufrir, sí, pero no queremos que eso nos cause a nosotros ninguna molestia. Así que hoy quiero proponer algunas soluciones para la crisis migratoria que no se salgan de nuestro paradigma actual:
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Propongo que Netflix haga un spinoff de “Jefe encubierto” que se llame: “Estrella encubierta” en donde actores y actrices de los más populares, y/o ganadores de al menos un premio prestigioso, y/o cuando menos muy atractivos, serán enviados a sitios como Honduras o Sierra Leona, para viajar con un grupo de migrantes indocumentados. Los ganadores del Oscar a mejor vestuario y mejor maquillaje del año precedente se encargarán, en cada temporada, de hacer a los actores casi irreconocibles, de manera que se integren en los grupos de sufrientes sin ser notados. Al final de cada capítulo el actor o actriz haría una reflexión muy sentida, llorando, ante la cámara. Si es posible cargando a un niñito o niñita. Esto le daría más visibilidad al problema y pondría en primera línea a personas que sí importan (y no a esos anónimos cadáveres de las fotos de las noticias) y con suerte ejercería mucha presión sobre la comunidad internacional. Conviene que el primer capítulo sea con una estrella de carisma irresistible. Mis sugerencias: George Clooney, Samuel L. Jackson, Ryan Reynolds (que le cae requete bien a los adolescentes), o cualquiera de los principales Avengers.
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Este plan involucra a Jeff Bezos, quien en este momento tiene un valor neto de 164.9 mil millones de dólares. Al señor Bezos se le plantearía una oportunidad de negocios sin precedentes. La ONU y demás concilios de naciones ofrecerían al magnate la oportunidad de comprar, por un precio irrisorio, todos los países más pobres y más amenazados por el calentamiento global. Con los países me refiero a los territorios, no a las poblaciones, ojo; no es trata de humanos. La condición es que el señor Bezos convierta la mayor parte de las áreas de estas naciones en inmensos almacenes de Amazon donde contrate a toda la población de estos países. A los ciudadanos/trabajadores se les pagaría con comida, hacinamiento, digo, alojamiento y protección de los embates de la madre naturaleza.
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También involucra a Jeff Bezos, y aunque más viable en el largo plazo, es quizás más controversial. Esto sería una iniciativa para ofertar por Amazon a los migrantes y desplazados a personas de espíritu altruista del primer mundo. Habría que desarrollar una excelente campaña de mercadotecnia y tener a un equipo de relaciones públicas de primerísimo nivel, claro, porque no faltarán los criticones que empezarán a comparar esto con el tráfico de esclavos por parte de los imperios coloniales. Por ejemplo, el área donde se hicieran estas ofertas podría ser una página web hermana de Amazon en donde cada término sería cuidadosamente elegido. No se “compraría” a personas, no, sino que se les adoptaría como amigos. Pensemos en esto como un paso más allá de Children International, algo todavía mejor, más filantrópico, más conmovedor. Podría hacerse un comercial en el que una persona blanca aparezca feliz en distintas situaciones genéricas junto a una persona de etnicidad vagamente africana, árabe, centroamericana u oriental, y al final el benefactor diga: “Yo creía que yo estaba salvando su vida, pero de cierta forma, él me la salvó a mí”. Otras medidas para evitar atraer malas reseñas podrían ser: 1) los migrantes y refugiados se enlistarían voluntariamente en este programa (aunque habría que recalcarles las consecuencias de no enlistarse: hambruna, plagas, sequías, ahogarse en algún mar o río fronterizo); 2) una vez adoptados, los migrantes serán totalmente libres, aunque su permiso de residencia estará siempre supeditado a sus adoptadores. A cambio de ser recibidos en un nuevo hogar, los amigos-invitados recién llegados tendrían que ayudar en lo que sus amigos-anfitriones requieran. A esto se le puede llamar: “Acuerdo de amistad”. Por seguridad, un chip con GPS se pondrá (muy humanamente y reitero, siempre con su anuencia) en la nuca de los amigos adoptados, para asegurarse de que no traten de alejarse mucho de sus nuevas familias.
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Ésta es, casi con toda seguridad, la más eficaz de todas las propuestas, no obstante me temo que nuestra tecnología sigue demasiado en pañales como para aplicarla. La someto a consideración de cualquier modo, en caso de que Elon Musk se anime a crear otra de sus compañías para desarrollar el proyecto. La idea es: usando ingeniería genética de la más avanzada, los migrantes y refugiados que decidan entrar al programa (véase método de convencimiento de la propuesta anterior) serían transformados en perros. Piénsenlo un momento antes de juzgar. Es una idea fantástica. Estoy absolutamente seguro de que si las imágenes emblemáticas de esta crisis humanitaria fueran protagonizadas por perritos en lugar de por humanos, algo ya se habría hecho. El sufrimiento humano es de mal gusto, es aguafiestas, arruina las conversaciones, pone a la gente de malas, nos enfrenta con preguntas que no queremos responder. El sufrimiento de un perrito, en cambio, une corazones y discursos. La mente colectiva de las redes sociales es incapaz de ver sufrir a un perrito. Visualicen el cambio dramático: si en lugar de ver a un individuo de un color de piel distinto al nuestro, sucio por días sin bañarse, y con un atuendo roído por el camino pidiendo dinero para comer, viéramos a un pobre perrito meneando la cola, sin chistar le daríamos pan, lo llevaríamos a nuestra casa, al veterinario y le conseguiríamos hogar. La tragedia de Óscar y Valeria, o la de Aylan, quizás se hubieran evitado si supiéramos de miles y miles de perros y cachorritos que cruzan mares o ríos en condiciones peligrosísimas con tal de encontrar una oportunidad para vivir. Los millones de buenos samaritanos que no emergen con el dolor humano se abrirían como flores de generosidad ante semejante abyección. ¡Pero si son perritos! Gritaríamos. Pobres bebés, hay que hacer algo, diríamos a coro. Y quizás en poco tiempo un porcentaje muy significativo de los migrantes encontrarían una casa donde serían amados.
Estas propuestas podrán parecer absurdas. Y lo son. Pero lo son tanto como las propuestas actuales: el sonsonete del “crecimiento económico”, la promesa del desarrollo que desde hace tanto tiempo pende como una zanahoria frente a nosotros y que seguimos persiguiendo tercamente como mulas. Paquetes económicos, inyecciones de inversión extranjera, préstamos de organizaciones internacionales; son, en el mejor de los casos, paliativos; en el peor y más frecuente, un excelente tónico para la creación o afianzamiento de fortunas exorbitantes. Seguimos tratando de arreglar un sistema dañado pegándolo con cinta adhesiva, cuando lo que se requiere es reemplazar todo el mamotreto o por lo menos hacerle rediseños considerables. La solución real implica cambios drásticos en políticas económicas y tributarias que sean auténticamente agresivas con los grandes conglomerados de empresas mayoritariamente responsables de la catástrofe o de plano un cambio de sistema económico. Siquiera sugerir esto último pone más miedo y más apasionada indignación en los corazones de muchos que las tragedias diarias de los otros. Por ello se siguen postergando las medidas necesarias en favor de buenas intenciones, de filtros con banderas para cada nueva tragedia, de publicaciones indignadas que leerán nuestros amigos y conocidos que coinciden con nosotros para empezar, de listas de Buzzfeed e infografías de Pictogram sobre las diez cosas que podemos hacer para no contaminar. Igual estaríamos rezando tres aves maría y un padre nuestro.