
La familia González se reúne esta tarde para partir la rosca y abrir los regalos que han traído los Reyes Magos venidos de Oriente, tradición anual que, como tantas otras en la familia González, se ve complicada por el destacado nivel académico de sus miembros (muy por encima de la escolaridad media nacional), el cual puede, como se verá a continuación, llevar a desencuentros.
Paquito (6 años, cuadro de honor en el colegio) abre su regalo: Es una figura de acción, un muñeco hiper musculoso, un clásico de los 80: He-Man. Las expresiones en los rostros de la familia reunida en la sala son variadas y habrá que detenerse a analizarlas una por una. Vayamos primero a Tobías (55 años, mercadólogo) quien, al ver al rubio e hipertrofiado juguete, esboza una sonrisa de oreja a oreja. Para él He-Man es un memento de una de las cimas de la creatividad publicitaria, muy bien representada por el mundo de los juguetes durante los 80. Javier (55 años, comunicólogo con especialización en estudios de medios y hermano mellizo de Tobías) también sonríe ampliamente. He-Man y los maestros del universo es para él uno de los primeros y más interesantes usos de la narrativa transmedial con fines publicitarios. Tobías y Javier son los únicos que sonríen.
Diseccionemos ahora el resto de las muecas presentes. Miguel (47 años, sociólogo por la Universidad Autónoma de México, hermano menor de Javier y Tobías, a quienes detesta) ve con desdén ese pedazo de plástico que no constituye nada más que otro burdo ejemplo del sucio imperialismo cultural yanki. Por supuesto, también ve los métodos de explotación del capitalismo salvaje, es decir, ve las manitas maltratadas del niñito tailandés que hizo ese juguete por un mísero baht (o algo así) contrastadas con las manos humectadas y repletas de dinero de los directivos de Matel.
Héctor, hijo de Miguel (23 años) actualmente cursando el primer semestre de su maestría en Filosofía y recientemente convertido al neomarxismo de Gramsci, también dirige una mirada disgustada al juguete, al cual considera la reificación de los valores neoliberales más deleznables: el culto al individualismo y una adhesión implícita al darwinismo social, mas se cuida de enunciar sus opiniones a sabiendas de que, por su posición social, él no puede ser un intelectual orgánico.
La tía Herminia (50 años, psicóloga e investigadora con tres monografías sobre familias disfuncionales publicadas) tuerce la boca elocuentemente, dejando claro a quien la mire en este instante que ese regalo es la evidencia incontestable de que Paco es el más atormentado por la figura ausente del padre, a quien ha mitificado hasta la caricatura. Y Herminia no quiere ni meterse en el escabroso camino que se abre al análisis cuando se plantea la siguiente pregunta: ¿qué significa que Paco regale ese juguete a su hijo, Paquito?
Carolina (38 años, antropóloga) feminista de la tercera ola, tiene una expresión de profunda consternación. Es evidente que He-Man es un terrible ejemplo a seguir para su hijo (Paquito es su hijo, pero Carolina no se define a sí misma por su posición de madre) pues el personaje es poco más que un compendio de rasgos físicos encarnando la fantasía machista del hombre salvaje, musculoso y bárbaro y en general un refuerzo más —como si se necesitaran más— de los estereotipos de género que determinan que el hombre debe cumplir el rol de protector. Aunque, por otro lado, Carolina también recuerda la existencia de She-Ra, la princesa del poder, muñeca que por supuesto tuvo y que significó mucho para ella y otras tantas niñas, pues era una muñeca empoderada y valiente. Su hija Susana, sin embargo, no tiene dudas de la maldad latente en el obsequio. A los 17 años, Susana se identifica como feminista de cuarta generación y está atendiendo a un diplomado de estudios de género. Le horroriza el discurso de masculinidad tóxica en el que ese horroroso muñeco claramente se inserta. Además le preocupa que su hermano, a tan corta edad, sea ya incluido en un rígido constructo binario aderezado con estándares de belleza inalcanzables.
Finalmente está Valentina (28 años) hija de Tobías, quien viene desde Edimburgo donde cursa una maestría en estudios postcoloniales para pasar las fiestas con su familia, pero que al ver ese regalo quisiera regresarse pues no soporta la propagación de esos mitos en que el salvador es rubio, claramente de linaje anglosajón o noreuropeo, y el villano es aquél que es diferente.
Y Paquito… Paquito tiene una mirada que tiene algo de desconcierto, pero sobre todo es una mirada de decepción. Él esperaba el videojuego Monster Hunter World para PS4. Paco, su padre, al descubrir el desencanto en los ojos de su vástago, es sorprendido por una lágrima solitaria porque Paco es un nostálgico y para él He-Man era la infancia.
Por su parte, He-Man mantiene el gesto desafiante de siempre, aunque uno juraría, si se le mira bien, que hay un no sé qué de vértigo en sus ojos negros, un algo de horror existencial. Defecto de fábrica, seguro.