Repensar la oposición

Foto: Edgar Garrido, Reuters

1. Reduce y vencerás

Estamos ante las puertas de un cambio para México. Pero ¿Qué cambio será? En los meses que han transcurrido entre la elección y este momento ha incrementado la incertidumbre en cuanto a qué rostro tomará la “cuarta transformación”. El mismo equipo de transición es responsable, en gran medida, de generar esa incertidumbre. Las voces se han dividido. El sector de la población que advierte sobre la catástrofe lopezobradorista no se ha movido mucho y siguen entonando las trompetas del apocalipsis. Es en realidad entre las filas de la izquierda donde se evidencia un sismo, por ahora todavía muy leve. Es ahí donde han comenzado a surgir voces preocupadas.

La máxima lee “Divide y vencerás” la estrategia política y militar que consiste en fragmentar el poder del enemigo para mantenerlo bajo control. Sin embargo, me parece que la estrategia que adoptamos en el discurso actual, particularmente en la aldea digital, es opuesta. México está dividido ya. Siempre lo ha estado, pero las pasadas elecciones han hecho imposible seguir ignorando la escisión. No obstante, este mismo proceso ha puesto en relieve sólo la fractura más elemental: la oposición binaria Izquierda/Derecha.

Izquierda y derecha son meramente nombres para mapear áreas en el espectro político. Sabemos que la izquierda en realidad se puede subdividir en muchos gradientes, al igual que la derecha. Mas no sólo eso, sino que el espectro político no es como una escala lineal, sino más precisamente como una red de interconexiones en ocasiones contradictorias. Lo estamos viendo ahora con la caravana migrante. Hay personas en la izquierda, que apoyan a AMLO, pero que han dicho que esto es una invasión, que México tiene demasiados problemas como para además atender a los migrantes, etc. Y hay personas en la derecha que hasta a Chomsky están citando para señalar cómo Estados Unidos es responsable por crear la condición de inseguridad extrema que ha orillado a estas personas a huir de Honduras.

Aquí es donde quisiera proponer la idea de que la estrategia preponderante, no sólo del poder, sino de buena parte de los actantes políticos, es: “Reduce y vencerás”. El problema que se presenta de pronto no es el de un adversario unificado al que hay que fragmentar para vencer. El problema es el de una sociedad fragmentada, el de una pluralidad de grupos que responden a una pluralidad de preocupaciones sociales desde una pluralidad de posturas. ¿Qué hacer para manejar esta compleja realidad? La complejidad exige diálogo y el diálogo exige reconocer la alteridad, escuchar argumentos, defender minuciosamente, retroalimentar; en resumen, es excepcionalmente difícil de lograr. La llana oposición entre dos frentes, en cambio, se presta al enfrentamiento y el enfrentamiento es más fácil pues no hay que escuchar, hay que atacar. Para lograr esto hay que reducir. Todas las posturas, todas las propuestas, todas las preocupaciones han de caer en alguno de los dos polos opuestos: Izquierda/Derecha.

El reduccionismo funciona porque ambos polos, a su vez, están conceptualmente simplificados hasta la vulgaridad en adjetivos que condensan juicios moralinos. Izquierda significa: chairo, populista, amlover, pejezombie, chavista; derecha significa: derechairo, fifí, neoliberalista, peñabot.

De manera que clasificar todas las opiniones como llanamente de izquierda o derecha equivale a descalificar el argumento como proveniente de una persona alienada. Es un avance en la falacia ad hominem en la que ni siquiera tenemos que esforzarnos por atacar a quien lo enuncia por rasgos concretos de su personalidad o elecciones de vida. Al clasificar su discurso como proveniente de uno de los dos polos políticos, clasificamos también a la persona– sin tener que tomarnos la molestia de conocerla – en una categoría de seres que consideramos, a priori, inferiores.

¿Cómo funciona este reduccionismo en esta coyuntura política en particular? Bueno, todos lo hemos visto. En una reunión familiar alguien menciona Ayotzinapa, miradas incómodas, suspiros cansados: “Chairo”. En redes sociales alguien se expresa contra la construcción del NAIM: “Chairo”. El grupo que tiene opiniones contrarias no necesita escuchar los argumentos en ninguno de estos casos, porque ya tienen la etiqueta de “Chairo” y por ende son inválidos.

No obstante, lo que más me interesa abordar, lo que más me preocupa, es cómo está operando este reduccionismo dentro de la misma izquierda.

La lógica, considero, es: la izquierda apoya a López Obrador y a Morena. López Obrador y Morena representan a la izquierda. O quizás aún más problemáticamente: son la izquierda. La persona y el partido tienen prioridad sobre su discurso y sus acciones. Cualquier decisión que emane de estos actantes, es, por obra de una transmutación que no debe cuestionarse, de izquierda. El resultado lógico de todo esto es que cualquier crítica a dichas decisiones, debe ser opuesta a la izquierda: debe ser de derecha: debe provenir de un derechairo.

El mensaje es claro: para ser de izquierda, uno debe de alinearse con López Obrador y Morena.

Pensé que un buen ejemplo sería un meme:

Me parece que esta imagen resume perfectamente la máxima que he propuesto: reduce y vencerás. Un problema complejo en el que caben muchas lecturas se reduce a una oposición binaria en la que, si uno se opone a una propuesta del nuevo gobierno (una que además contradice sus promesas de campaña) entonces uno está desquiciado.

Esto es la lógica reduccionista por excelencia: “Si no estás conmigo, estás contra mí”.

2. Éstos son mis principios, si no le gustan, tengo otros

Ése es uno de los chistes más famosos de Groucho Marx: “Éstos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”. Y me parece que es el lema que obedece la política mexicana. El mejor ejemplo fueron las alianzas PAN-PRD o Morena-PES.

Sin embargo, este cambalache de principios no sólo sucede en la clase política, también entre nosotros, los votantes. Y el problema es que, por una especie de metonimia, convertimos a una persona o a un partido político en el significante de nuestros principios. Es lo que decía hace un momento: López Obrador es la izquierda. En este deslizamiento de significaciones, corremos el riesgo de traicionarnos, pues hemos trasladado nuestra lealtad de nuestros principios a una persona.

En palabras llanas: apoyamos a partidos políticos como si fueran equipos de fútbol y a políticos como si fueran nuestro goleador preferido.

Veamos un ejemplo muy cercano: el NAIM. Quienes estábamos en contra de su construcción hablamos de el historial de represión atroz y usurpación de tierras (Atenco) detrás de ese aeropuerto, hablamos del impacto ambiental, hablamos de la esquizofrénica aspiración mexicana de tener un aeropuerto de primer mundo en un país desbaratado por la violencia y la pobreza. ¿Qué principios están ahí? Está la preocupación por los derechos humanos, por los campesinos, por el medio ambiente, por los peligros de continuar en una tecnocracia que sólo continúe con el ensanchamiento y la normalización de la brecha entre pobres y ricos.

Ahora, veamos qué ha sucedido después. La doctora Patricia Ramírez Bastida, ornitóloga de la UNAM, advirtió que en Santa Lucía se afectaría a más aves que en Texcoco. Pocos días después de la consulta, además, Javier Jiménez Espiriú admitió que no se habían hecho estudios del impacto ambiental en Santa Lucía, pero aseguró que se harían y que no caerían en los errores que criticaron del proyecto anterior. Pero ¿no hubiera sido lo más responsable hacer esos estudios antes de someter a consulta? ¿Qué ocurre si los estudios revelan que el impacto será mayor en Santa Lucía? ¿Ya ni modo? ¿Qué pena, pero pues ya votaron? También hay que mencionar que se formó un frente de pueblos originarios de Tecamac y Zumpango en contra del traslado del proyecto a Santa Lucía pues afectaría su derecho de acceso al agua. Si los principios que nos movieron en contra del NAIM en Texcoco fueron la preocupación por los derechos humanos, la defensa de los intereses del pueblo ante los intereses económicos y políticos, la defensa del medio ambiente ante la depredación de la infraestructura… ¿por qué nos hemos quedado tan callados respecto a estos hechos? ¿Por qué no nos hemos puesto a exigir con energía que se conduzcan los estudios de impacto ambiental pronto y de forma transparente, que se realicen diálogos con los posibles afectados por el proyecto para intentar llegar a una resolución justa?

Esta incongruencia se vuelve aún más evidente en lo que toca al Tren Maya. No es una suposición alocada pensar que la inmensa mayoría de los 946 mil mexicanos que acudieron a la consulta pasada están a favor de Morena al igual que la inmensa mayoría en la consulta de finales de octubre. 89.9% de los votantes avalaron la construcción del Tren Maya. Veamos rápidamente algunos datos de este proyecto:

(1) Rogelio Jiménez Pons, futuro director de Fonatur estará a cargo del proyecto. Fonatur tiene un largo historial de proyectos que ignoran por completo el impacto social y ambiental y privilegian intereses de grupos reducidos. (2) El gobierno chino tiene un gran interés en este proyecto y Alfredo Narváez llama la atención sobre un caso similar en Kenia, en donde China Road and Bridge Corporation entró en una batalla legal con el pueblo keniano durante cuatro años ya que se planteaba construir un tramo de una línea ferroviaria dentro de un parque nacional (3) No hay ningún estudio del impacto ambiental, pero por las condiciones ecológicas únicas y muy delicadas del bosque tropical en Yucatán, se piensa que el impacto puede ser muy negativo. (4) Se prevé que el tren tendría casi 3 millones de usuarios al año, un número que difícilmente podría calificarse de turismo sustentable. (5) Alrededor de 100 expertos y académicos firmaron una carta pidiendo al presidente electo que no se realizara la consulta sin previamente llevar a cabo estudios extensivos sobre el impacto ambiental y que se consultara a expertos en el área y a los pueblos mayas. (6) Las comunidades indígenas han rechazado los resultados de la consulta. Ellos no han sido consultados. El gobierno entrante ha dicho que sí consultarán a los pueblos indígenas, pero al mismo tiempo el proyecto está programado para comenzar el 16 de diciembre… ¿cuándo se consultará a los pueblos indígenas entonces? ¿la consulta será en serio, o será maquillaje? (7) El NAIM es un tema difícil porque es innegable que la Ciudad de México necesita urgentemente un aeropuerto nuevo. Yucatán en cambio no necesita un tren. (Para todos estos datos, véanse los artículos de Alfredo Narváez, Claudia Ramos y Animal Político)

A pesar de todo esto (y más, pero aquí no hay más espacio), las mismas personas que votaron en contra de un proyecto de infraestructura de corte neoliberal, depredador del ecosistema y hostil con las comunidades a finales de octubre, votaron a favor de un proyecto de infraestructura de corte neoliberal, depredador del ecosistema y hostil con las comunidades a finales de noviembre.

¿Y los principios? No están a la vista. Lo que hay es la camiseta de Morena.

3. Del dicho al hecho

Del dicho al hecho hay mucho trecho y ese trecho quizás nunca es más extenso que el que se encuentra entre campañas y silla presidencial. Ya estamos acostumbrados a que las promesas de campaña sean puro artificio publicitario. Estamos tan acostumbrados, de hecho, que las campañas suelen ser un extraño fenómeno teatral en el que los ciudadanos aceptamos resignados nuestro papel. Los candidatos prometen a sabiendas de que no tienen que cumplir, y nosotros escuchamos a sabiendas de que no van a cumplir.

Pero en las elecciones pasadas parecía respirarse un aire nuevo en el viejo escenario. Fueron las elecciones con más votantes y López Obrador el presidente elegido con más apoyo en la historia de México. Siendo de León, era difícil sentir la vibra que recorrió al país ese día, pero en general había alegría, había esperanza. Un cambio por fin para un país que lleva tanto tiempo hundiéndose. Y parte de esa esperanza era, precisamente, que el presidente electo y su equipo fueran diferentes. Que sus promesas valieran para algo. Que recorriera el trecho firmemente entre decir y cumplir.

Y lo curioso, lo muy extraño, es que López Obrador optó por empezar a decepcionarnos incluso desde antes de su toma de protesta. De pronto las promesas se empezaron a modificar, a torcer, a matizar, a desdecir.

No todo está perdido, pero creo que la clave es repensar la oposición.

4. Hacia una democracia radical: Repensar la oposición

Después del 1 de julio, muchos dijimos a la oposición que asumiera su nuevo sitio en la política mexicana. Es decir, que se asumieran como oposición política. Y lo han hecho. Creo que no es exageración afirmar que nunca en la historia reciente de México habíamos tenido una derecha tan crítica de un gobierno. Un gobierno que aún no empieza, además.

Esta súbita oleada de ciudadanos críticos de derecha ha sido muy atacada desde la izquierda con básicamente dos preguntas: (1) ¿Dónde estaban sus críticas con Peña Nieto, con Calderón, con Fox? (2) ¿Están de luto por un aeropuerto, pero no por Ayotzinapa, por Tlatlaya, por Atenco, por Nochixtlán…, no por los feminicidios, ni por los activistas y periodistas asesinados, no por la corrupción? Esta clase de preguntas tienen valor. Yo mismo las he hecho. Señalan un problema real. Una incongruencia real. Ahora, que es posible que haya personas que critican a López Obrador y que también criticaron a los gobiernos anteriores, claro, pero creo que esas preguntas son un poco “a quien le quede el saco”. Mas debemos recordar que son preguntas retóricas, de antemano conocemos la respuesta y las razones. Sobre todo en lo que se toca a la segunda pregunta. Alguien que considera la cancelación del NAIM en Texcoco la peor tragedia del país, muestra claramente sus prioridades, muestra cuál es el México que le interesa. ¿Nos sorprende? ¿Algo ha cambiado? No. Entonces esas dos preguntas, mediante su repetición constante, se han vaciado de su poder revelador y se han convertido en meras excusas hechas para el gobierno entrante. Han pasado de señalar la hipocresía de ciertos sectores, a exculpar al presidente electo y a Morena. Y quizá más preocupante: a dar permiso. “¡Si los anteriores fueron peores!”

Y llego ahora a lo que creo que es el tema crucial. Nos equivocamos en ese mensaje del 1 de julio. Nos equivocamos al pensar la oposición. No la pensamos a fondo, no la pensamos de manera radical. La derecha será oposición, sí, lo han asumido bien, pero el problema es que la parte más vocal de esa oposición, la parte más articulada, se ha enfocado en el NAIM de Texcoco. La derecha en buena medida seguirá luchando sus batallas: proteger privilegios, enfocarse en atraer inversión extranjera, avanzar la agenda neoliberal. Otras críticas más relevantes (al Tren Maya, al perdón a la corrupción) suelen tomar el tono mezquino del “Te lo dije”, pero no se han traducido en activismo de algún tipo.

¿Pero qué ocurrirá entonces con las luchas sociales cruciales del país si el gobierno que está a punto de entrar empieza a traicionarlas? No hay razones para creer que no lo hará. Prometieron desmilitarizar al país y sin embargo ahora proponen seguirlo militarizando, pero con nuevo nombre. Prometieron investigar y castigar la corrupción, pero ahora proponen poner punto final. Prometieron ser un gobierno para el pueblo, pero situaciones como la del Tren Maya ponen eso en entredicho.

El 1 de julio sí hubo un cambio importante para bien. Pero el cambio más importante no fue la elección de Andrés Manuel López Obrador, sino el triunfo de la democracia en un país donde la democracia ha sido tan vapuleada. El triunfo de la ciudadanía que de pronto reencontró el poder de su voz, el poder de su voz efectuando un cambio y no perdiéndose en alguno de los muchos laberintos de la vida política mexicana. Eso se ha evidenciado en estos meses. Creo que nunca había visto a tantas personas preocupadas activamente por la política. También fue el triunfo de una esperanza de izquierda, una izquierda que por décadas y décadas había estado luchando contracorriente y en una asimetría apabullante. Pero estamos ante un punto crucial. Estamos en el filo y podemos caer a la misma desilusión de siempre que a su vez lleva a la apatía. Pero también podemos tomar el poder que hemos redescubierto como ciudadanía y ejercerlo.

Las consultas son un ejemplo. Ambas han sido muy defectuosas y no han logrado, ni por asomo, ser representativas. Quizás el peor defecto de estas consultas es que no han ido acompañadas de canales de información clara sobre aquellos temas que van a consultarse. Como mencioné, en ambos casos hicieron falta estudios absolutamente esenciales para tomar decisiones con conocimiento de consecuencias. Su pobre ejecución también delata quizás un interés mayor en difuminar la responsabilidad que en abrir canales democráticos. Pero también es cierto que esos canales democráticos se han abierto. Nunca se habían hecho consultas de este tipo. Nunca se había permitido a la población participar en decisiones así. Hay que tomar este precedente y exigir. En adelante, cuando el gobierno tome decisiones relevantes, decisiones que afecten a los sectores de la población que prometieron ayudar; o decisiones que atenten contra sus propias promesas o supuestos principios, hay que articularnos como sociedad para exigir que se nos escuche. Que se nos consulte. Y que se haga de una forma que pueda ser representativa e informada.

Pero para ello hay que evitar el reduccionismo que lleva a las etiquetas y a la descalificación sin argumentos. Para ello, por supuesto, hay que mantenerse informado y crítico. No es fácil, pero es crucial. Hay que recordar que la realidad del país es compleja e irreducible y que cada problema tiene muchas aristas. Investigar para conocer dichas aristas y poder ejercer nuestro deber cívico.

Pongamos un ejemplo importante y urgente: La Guardia Nacional. Se ha planteado que no es una continuación de la militarización del país iniciada por Felipe Calderón. John Ackerman ha escrito un artículo enumerando las razones por las cuales la propuesta no es comparable con la Ley de Seguridad Interior En él, dice que en realidad es un paso necesario hacia la desmilitarización del país (también Jorge Zepeda Patterson ha dicho esto). Se ha asegurado también que tiene un enfoque en derechos humanos (esto lo recalcó también Alejandro Encinas), que la Guardia Nacional no sería un organismo militar, sino que simplemente utilizaría las fortalezas del entrenamiento militar, pero en realidad sería eminentemente civil. Por ejemplo, cualquier abuso o delito cometido por la Guardia Nacional será juzgado por el Ministerio Público y no por tribunales militares, lo cual es una mejora importante. Los detenidos por dichas guardias no podrán ser trasladados a instalaciones militares. También se ha propuesto que dicha Guardia reconozca la jurisdicción de la Corte Penal Internacional, la cual podría investigar crímenes de lesa humanidad. Se asegura que la propuesta no contempla de ninguna forma una alteración al artículo 129 de la constitución, el cual dicta: “en tiempo de paz ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.

No obstante, son muchos los analistas, expertos y organizaciones nacionales e internacionales que han expresado su intensa preocupación por la propuesta de crear la Guardia Nacional. Angelita Bayens, abogada del Centro de Derechos Humanos Robert F. Kennedy (miembro, junto con otras nueve organizaciones, del Observatorio Internacional sobre Derechos Humanos en México) dijo:

“Vemos con muchísima preocupación que lo que ahora plantea el nuevo gobierno es la misma estrategia de usar a los militares para combatir la inseguridad, pero otorgándoles muchos más poderes. Ya se demostró que esa estrategia que se usó en la última década no solo fracasó, sino que hizo que la inseguridad aumentara —y ahora es lo mismo de lo que ya había, pero en una versión vitaminada”.

Cito también a Rainer Huhle, vicepresidente del Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU, quien dijo en un diálogo con Alejandro Encinas: “en la vía de la militarización de la seguridad pública no vemos ni resultados ni camino (…) Cuando se mezclan estas cosas casi siempre hemos visto catástrofes”, y aunque Encinas dijo que la Guardia Nacional es diferente, falló al explicar exactamente cómo y porqué. También es importante señalar la fuerza con la que Amnistía Internacional se ha pronunciado contra esta medida ya que Amnistía Internacional es un organismo que nunca se pronuncia sin antes haber realizado investigaciones a profundidad. El propio John Ackerman reconoce que:

“(…) es cierto que el primer transitorio de la reforma de Morena señala que en un inicio la Guardia Nacional incluirá elementos de la Policía Militar y la Policía Naval, además de aquellos que provienen de la Policía Federal. De la misma manera, el quinto transitorio indica que ‘los miembros de la Policía Militar y naval adscritos a la Guardia Nacional quedan exceptuados de la prohibición a que se refiere el artículo 129 de esta Constitución’”.

Pero inmediatamente procede a decir que esto es sólo una etapa y no hay nada de qué preocuparse. Pero ¿cómo no preocuparse?

Luis Gabriel Rojas defiende también el “Plan de Paz” del gobierno entrante arguyendo que quienes lo criticamos estamos ignorando los otros 7 puntos del plan. Para él la diferencia crucial entre las estrategias fallidas pasadas y ésta está en el diagnóstico. López Obrador y su equipo entienden que hay que atender las causas estructurales del problema y no sólo sus síntomas. Suena muy bien, pero el periodista nunca explica en qué consisten pues los 7 puntos ni cómo es que se planea atender esas causas profundas. Sólo habla de “el respeto a la dignidad humana y el combate a la corrupción”.

Si la Guardia Nacional realmente es diferente, si realmente es sólo una transición, entonces que se explique claramente cómo y se transparente el proceso. Asimismo, que los otros 7 puntos se expliquen claramente, no con tópicos. Hay que exigir respuestas claras y mantenernos atentos. En caso de que (como parece ser) esto sí sea un aumento en la militarización, nuestro deber es oponernos con fuerza, sumarnos a las iniciativas de activismo que piden al gobierno virar antes de que sea tarde.

Hay muchas otras cosas que quisiera comentar, pero me temo que este artículo ya ha excedido los límites de extensión apropiados. Quisiera sólo terminar diciendo que no quiero tampoco insinuar que se avecina lo peor. Lo cierto es que creo genuinamente que López Obrador quiere combatir la corrupción, creo que en verdad tiene como misión gobernar para los pobres, pero también creo que ha pactado demasiado (sobre esto y en lo que toca el perdón a los corruptos tratará un reportaje especial en el siguiente número de Proceso) y que esos pactos se han ido de sus manos. Presiento que la cola ahora es la que mueve al perro tras bambalinas.

Lo importante es que no podemos actuar como el departamento de relaciones públicas del nuevo gobierno, pensando en excusas y defensas cada vez que hagan algo contrario a lo que prometieron o cada vez que alguno de sus representantes haga declaraciones inflamatorias.

Hay que luchar contra la idea de que expresar críticas al gobierno entrante es un signo de traición a la izquierda. Nos equivocamos el 1 de julio al pedirle a la oposición que se asumiera porque nosotros también somos la oposición. La oposición debe surgir cuando nuestros principios inalienables se ven traicionados. Nuestra lealtad está con nuestros ideales, no con un presidente o un partido.

Mañana empieza un nuevo México, pero aún no sabemos cómo será. El reto de Andrés Manuel López Obrador es enorme. El de nosotros también.

Foto: Héctor Guerrero, AFP: