No te equivoques,
tú eres todos.
En tus días están los siglos
y en tus venas corre
la sangre derramada en las calles
y en los tiempos.
Esas palabras que esperan en tu boca
fueron antes de otras lenguas
y este aire que respiras
es un millón de alientos.
Una historia de voluntades
empuja tu alma…
Así que no te equivoques,
ya estabas en movimiento.
Es tiempo de relatar nuestra vieja historia, la secreta, la que transcurría entre nuestras miradas y entre nuestros silencios; la que callamos y escondieron del mundo. La historia de los muertos vivientes, la carne de carroña y de los que vamos sin esperanza. La historia de las calles empolvadas y las caras transparentes; la de los demonios itinerantes, de los exiliados, de los guardianes del desierto. Esa historia (la mía y la tuya), la nuestra; la historia de los que nacimos sin nombre.
Es que aquí estamos, todos. Encerrados en esta habitación, en silencio, cruzando con dolor y con triunfo la mirada, porque acabamos de cometer un asesinato. Entre nosotros hay un cuerpo inerte, frío, húmedo; que está exudando sus últimos vapores de existencia.
Ese muerto es la vieja historia, y nosotros los hombres del mañana. Que se sepa que es hora de alzar la voz y escribir algo nuevo.