Me inquietan las cosas perdidas. No es el no encontrarlas, es el que su existencia se prolongue. Que continúen ocupando un espacio en el mundo, un espacio insospechado que ha escapado a todo intento de conquista. Me inquieta su presencia secreta, su latir perpetuo. Su necedad de aferrarse al mundo, de permanecer, escondidos y reclamandonos eternamente con diálogos de vacío el que hayamos dejado de buscarlas.